La falta de trabajo y de expectativas profesionales en los jóvenes españoles es una de las consecuencias más dramáticas y más graves de la crisis actual.
El del emprendimiento es un asunto complejo; ya que nos interpela directamente a nuestra educación, a nuestras creencias, a nuestros valores, a nuestra cultura, a nuestra filosofía de vida y a la forma en que tenemos de pensar, trabajar, relacionarnos, competir, consumir o sobrevivir.
Lo que está claro
es que el emprendimiento, en su sentido más amplio, es una actitud y una
forma de vida que cada vez adquiere más relevancia y protagonismo en la
sociedad.
Emprendedor no es lo mismo que empresario. Es cierto que para
ser empresario conviene tener ciertas características emprendedoras; pero no es
lo mismo y conviene señalarlo.
La persona emprendedora se
caracteriza por estar siempre buscando nuevos retos, nuevas inquietudes y
nuevos objetivos. Además, es una persona que trabaja para desarrollar esos
proyectos y para alcanzar esos objetivos. Se interesa pues, constantemente, por
su formación y su mejora continua, tanto personal como profesional.
Un emprendedor no necesariamente
tiene que trabajar por su cuenta o crear una empresa. La persona que emprende
puede hacerlo desde un trabajo por cuenta ajena, si las condiciones y el
contexto laboral se lo permiten y se quiere aprovechar esa riqueza personal; o
también desde el desempleo. En este último caso, la persona que no tiene
trabajo puede desarrollar en mayor o menor medida esta actitud emprendedora e
iniciar un recorrido para alcanzar sus metas profesionales.
Los objetivos del emprendedor pueden también
ser ajenos a la actividad profesional. Cuando una persona emprende,
lo que hace es, de algún modo, darle forma a una idea, a un proyecto. Y esta
idea puede estar relacionada en mayor o menor medida con lo laboral.
Si de algo está sirviendo la crisis, es para
tener la certeza de que, se trabaje donde se trabaje, nunca nada es para
siempre. Ningún trabajo, ni ningún proyecto son para siempre; nos guste
admitirlo o no. Las reglas del juego han cambiado radicalmente. Vivimos en una
sociedad globalizada, en constante proceso de cambio, evolución y
transformación; y esto cada vez tiene más repercusión en los sistemas de
trabajo.
Lo que sí está claro es que el
desarrollo de la actitud emprendedora debe pasar por un análisis personal
profundo, por un proceso de autoconocimiento y de desarrollo importante que nos
permita descubrir realmente a qué hemos venido a este mundo. Cuál es nuestra
mejor aportación a la sociedad. Qué es lo que realmente se nos da mejor hacer.
Qué nos hace diferentes, únicos, exclusivos… Por qué y para qué acudirían a
nosotros antes que a otra persona. Cuál es nuestra marca o sello personal. Este
recorrido nos puede llevar mucho tiempo, pero es fundamental hacerlo ya que, en
la mayoría de los casos, el objetivo no está en la meta, sino en el propio
camino… en el desarrollo.
A lo largo de estos diez últimos años de trabajo como orientadora he podido
comprobar que este proceso de autodescubrimiento es clave para el desarrollo
del emprendimiento y de la empleabilidad en general. No importa cuánto tiempo
lleve descubrirlo… hay que indagar e investigar hasta la saciedad. Es un
trabajo que en el mejor de los casos habría que desarrollar desde la más
temprana infancia, acompañando al niño en sus procesos vitales y personales, y
favoreciéndole al máximo las posibilidades de exploración, imaginación,
experimentación y creatividad.
Hasta ahora, el sistema educativo y
las familias en general, no han contribuido suficientemente en este sentido.
No obstante, nunca es tarde para iniciar un proceso de orientación y
acompañamiento a los jóvenes en la definición de sus objetivos personales
y profesionales.
En mi opinión, las personas que trabajan en
proyectos de orientación educativa y profesional tienen mucho que aportar en este sentido,
ya que actúan como referentes claves en los itinerarios de inserción. No obstante, para desempeñar esta labor de forma óptima, los primeros que
deberían atravesar por ese proceso de desarrollo y mejora personal, serían
los propios orientadores. Si no se hace, se corre el riesgo de proyectar
las propias inseguridades, miedos, carencias y preocupaciones en las
personas con las que trabaja; y esto, para el desarrollo del emprendimiento,
es muy negativo.
Algunas de las competencias que considero claves en para desarrollaractitud emprendedora serían las siguientes :
-
Creatividad e Innovación. Imaginación y originalidad en el
ejercicio del trabajo. Capacidad y esfuerzo por realizar cosas nuevas que
mejoren los resultados y la calidad de los productos o servicios.
-
Trabajo en Equipo. Capacidad para colaborar y cooperar
con otros. Formar parte de un grupo, trabajar en red y desarrollar la
solidaridad profesional en contraposición a la ya convencional y desfasada competitividad
pura y dura.
-
Autonomía. Competencia para trabajar de forma
autónoma e independiente; sin necesidad de una constante supervisión.
-
Impacto e Influencia. Capacidad de generar un impacto o
repercusión en los demás… de convencerles, entusiasmarles, animarles e
impulsarles con el fin de desarrollar tareas profesionales.
-
Liderazgo Personal. Más que el liderazgo formal asociado
a posiciones de cierta autoridad o estatus laboral; el liderazgo personal tiene
más que ver con el deseo de guiar a los demás en la consecución de ciertos
objetivos. Muy vinculado al atractivo personal, a la asertividad y a la
capacidad de comunicación.
-
Comprensión Interpersonal. Capacidad para escuchar, comprender
y responder a los demás sin que éstos lo hayan expresado. Supone adaptar la
respuesta en función de los sentimientos, preocupaciones o pensamientos de
otros.
-
Iniciativa. Capacidad para emprender acciones,
mejorar resultados o crear oportunidades. Hacer más de lo que se requiere o se
espera en el puesto o hacer cosas que nadie ha pedido, para mejorar o
incrementar los resultados, evitar problemas o encontrar nuevas oportunidades.
Se trata de una tendencia a actuar de forma proactiva y no sólo limitarse a
pensar en lo que hay que hacer en el futuro aplazándolo siempre.
-
Afán de Aprendizaje y Mejora Personal. Motivación intrínseca por la
superación y el perfeccionamiento tanto
a nivel personal como a nivel profesional. Interés constante por la formación
continua y el desarrollo del talento y de los nuevos proyectos.
-
Resiliencia. Capacidad de afrontar la adversidad
y salir fortalecido de esas situaciones, alcanzando incluso un estado de
excelencia personal y profesional. Es el convencimiento que tiene el individuo
en superar los obstáculos de manera exitosa sin pensar en la derrota a pesar de
que los resultados estén en contra. Al final surge un comportamiento ejemplar a
destacar en situaciones de incertidumbre con resultados altamente positivos.
Podría definirse también como la entereza más allá de la resistencia.
Para finalizar, mencionar a Ana María Matute en una cita que bien se podría aplicar al
ámbito del emprendimiento. El día en que la novelista obtuvo el Premio
Cervantes 2010 con el que se le reconocía su esfuerzo y dedicación al oficio
literario, ofreció un pequeño pero brillante discurso en el que finalizó
afirmando lo siguiente:
… Yo añadiría además que… en estos
tiempos, “el que no inventa no sobrevive”.
Zara Baldallo. Psicóloga especializada en Desarrollo Personal.
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